Imaginando su cielo,
Sus nubes entristeció,
Miró el horizonte y su sueño llovió.
El papel fué su dueño, su testigo, su dolor,
Y cuando amaneció el día,
La noche lo olvidó.
El tiempo no lo despertó,
Se quedó dormido en su regazo,
Cuando a su paso anunció el ruiseñor,
El sueño sin retorno en el que desapareció.
La ventana lo observó,
El sol lo acarició,
La fiebre lo acompañó,
Y la luna nuevamente se coló.
Empapado en su encanto,
Lo alcanzó el llanto y la felicidad lo secundó,
Selló su suerte y el sello se cerró,
Pero sin explicación alguna de vuelta se encontró.
Sollozó y sollozó,
Pero cuando caía,
El cielo que imaginaba lo veía,
Sin saber esto; para el se repetía.
Esperando oportuno el día,
Contaré mi sueño se decía,
Y sus brazos se cerraban,
Pero su boca se abría.
Su tristeza era la noche,
Y su locura era el día,
Pensó demasiado en derroche,
Y ya pasado en su reproche,
Volvíó a cerrar sus ojos,
Y su cielo otra vez yo veía,
Su cielo llovía.
Que triste el día!,
Cuando cayó la esperanza herida,
Y lo visitó la melancolía.
Cerrados sus ojos,
la noche lo convirtió en día,
A sus despojos puso cerrojo,
Y se alejó sin despertar la vida.
Adiós decía y se despedía,
Al rededor todos extrañados,
LLoraron pero desconocieron su partida...
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