Ella sola

Pasó sola el desierto, Sin nube y sin fuego lo pasó, Sin cuervos ni pan caliente, Sin ángeles ni agua celeste. Las nubes la lloraron, Pero no la consolaron, Al final caminó sola, Pero sólo el desierto la cruzó. Por más que quiso no pudo; aunque luchó, Y cuando el viento la azotó Prefirió ser levantada en los conformistas brazos de la mágica asolación. Escuchó una canción, Y se entregó al olvido, Y el olvido la reconoció, y se quedó dormida en la paz de su rumor. Pero cuando despertó, Sus brazos buscó y buscó, El olvido abandonada la dejó, Y llorando sus sueños en tierra sus lágrimas sembró. Pero no se detuvo ni vio, El jardín que tras de ella floreció, Apresurada caminó, Se dio la vuelta y observó. La planta se secó, La flor se marchitó, Sus ojos invernaron, Y el olvido regresó. La soledad la abrazó, La esperanza le gritó, Pero la esperanza murió, En el jardín marchito de amor. Con su frente golpeó al sabio, Y el tiempo le respondió, Reconoció que era necia, Mas solo eso le bastó. Él solo observó todo el tiempo, Todo el tiempo con ojos de amor, Su sien se posó en la piedra, Y el sueño mágico regresó. Mensajeros que bajaban y subían vio, Pero total; según ella, despertó, El frío de ella se acordó, Vino sobre ella y la acarició. Cuando al fin reconoció Que con sus dos brazos no abrazó, Que con sus dos piernas no corrió, El tercer brazo le faltó. Sobre una roca se paró, Alzo su voz y lloró y lloró, Pero el tercer brazo la abrazó, Y sobre sus hombros observó, El horizonte y el final del dolor.

Y hasta entonces entendió, Que en su espalda un par de alas creció, Abrió sus alas y voló, Tan lejos que nadie la vio. Y cuando regresó, Nadie supo si lloró, Si abrió sus ojos o los cerró, Si habló o enmudeció. Porque cuando volvió, Su sonrisa se congeló, Una melancólica melodía El ángel suspirando susurró. Ella se despidió, La carrera terminó, En aquel lecho, Sin mas despecho, miedo ni rencor. Abrió sus brazos, Su pecho se hinchó, Se fue sonriendo, Y nunca jamás regresó...